El
cooperante piensa que en el recuerdo de cualquiera que haya conocido el
Pantanal siempre ha de haber un chajá posado
sobre un arbusto de ribera. El chajá,
emparentado con los patos, es más similar en tamaño y aspecto a una avutarda y
acostumbra encontrarse cerca del agua, aunque solo entra en ella cuando es muy
somera y puede caminar mojándose únicamente los pies. Es muy bullanguera y
forma parejas de por vida, lo que unido al parecido de su voz con el guaraní yaha, que se traduce como vamos o vámonos, ha dado lugar a varias leyendas entre los paraguayos, más
prolíficos o más conservadores de su saber tradicional que los bolivianos en
esta zona.
Una de las leyendas sobre el origen del chajá dice que unas lavanderas trabajaban en la orilla de una laguna mientras hablaban maldades de sus vecinas ausentes, cuando acertó a aparecer por el lugar Tupá, la deidad guaraní. Al verlas y escuchar lo que decían, Tupá adoptó la forma de un anciano y, aproximándose, pidió a las lavanderas que le dieran un poco de agua. Las mujeres, entre risas y escarnios, le ofrecieron un recipiente con agua y jabón, ante lo que el dios asumió una forma terrible que las hizo correr gritando Yaha, yaha, momento en que Tupá las convirtió para siempre en pájaros gordos que gritan yaha sin cesar y cuya carne tiene sabor jabonoso.
Una de las leyendas sobre el origen del chajá dice que unas lavanderas trabajaban en la orilla de una laguna mientras hablaban maldades de sus vecinas ausentes, cuando acertó a aparecer por el lugar Tupá, la deidad guaraní. Al verlas y escuchar lo que decían, Tupá adoptó la forma de un anciano y, aproximándose, pidió a las lavanderas que le dieran un poco de agua. Las mujeres, entre risas y escarnios, le ofrecieron un recipiente con agua y jabón, ante lo que el dios asumió una forma terrible que las hizo correr gritando Yaha, yaha, momento en que Tupá las convirtió para siempre en pájaros gordos que gritan yaha sin cesar y cuya carne tiene sabor jabonoso.
Según
otra leyenda, los chajás son los espíritus de una muchacha y de su enamorado,
quien por conseguir su amor se enfrentó con las manos desnudas a un jaguar, y
en el intento de ella de hacerle desistir de su empeño llamándole y diciendo Yaha, yaha, ambos fueron muertos por el tigre y desde entonces aparecen como
grandes aves que viven siempre juntas y avisan con sus gritos de los peligros.
«Me
encontraba como digo, / en aquella soledá, / entre tanta escuridá, / echando al viento mis quejas, / cuando el grito del chajá / me hizo parar las orejas». José Hernández, El gaucho Martín Fierro.
Entre
los muchos animales que se encuentran como mascotas en los pueblos, el chajá tiene además una utilidad como
guardián tan efectivo como un perro, pues una vez acostumbrado a su territorio
lo defiende gritando y, en caso de necesidad, atacando a los extraños con su
pico y con los espolones de sus alas.
El chajá es, sin duda, uno de los animales
representativos de las tierras bajas y cálidas del Cono Sur, su silueta sombrea
frecuentemente lo más alto de los arbustos de ribera y sirve de inspiración
para las tallas de madera elaboradas por los indígenas.
Gracias por divulgar estas informaciones. Es nuestra tierra
ResponderEliminarEs una tierra llena de diversidad natural y cultural que merece la pena difundir. Gracias por comentar y por tu libro que creo que va en la misma línea. Lo leeré en breve.
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