BARO

Baro está perdido, desorientado y solo. Si se le pudiese preguntar y él pudiese responder, tal vez no sabría decir si le da más miedo la desorientación o la soledad. No tiene referencias, no tiene parámetros, ni comida en el plato, ni plato…

Es un animal grande, de un tamaño y una fuerza incluso mayores que las de otros gran daneses; o, lo que es lo mismo, nada si lo comparamos con un jaguar o un puma… nada para una cascabel.

El hombre recorre el Pantanal a salvo tras sus armas, su inteligencia, su discernimiento, como el mayor predador de la Tierra; Baro entra en la cadena trófica, en la pirámide alimenticia pantanera, en un puesto elevado, pero no en el principal, tal vez en competición con caimanes, anacondas y nutrias gigantes. Y eso es malo.

Seguramente no le resulte fácil sobrevivir en ese ambiente cambiante y hostil hasta cumplir su destino junto a Diana y Cristino, pero Baro es duro.Y su rugido puede hacer que los habitantes de los pantanos tiemblen en sus madrigueras.
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Hace ya bastantes años, cuando estaba en el instituto, empecé a escribir sobre un perro perdido que veía las bandadas invernales de páridos en los pinares con sus carboneros y herrerillos y acompañados por trepadores, reyezuelos y agateadores. Veía las águilas cazando culebras y se encontraba con lobos y puede que algún oso. Tenía encontronazos con jaurías de perros cimarrones. Perseguía conejos y escuchaba los cantos de las currucas, admiraba los colores de los abejarucos y se inquietaba con los gritos de las lechuzas. Se enfrentaba al verano y a la nieve. Y se sentía solo.

Baro es un álter ego de mi último gran amigo canino, aquel que tuvo un fin demasiado cruel y temprano. Anduve, corrí y trepé por montañas tanto con él que es el personaje que mejor conozco. Lo imagino perfectamente trotando por los llanos interminables, chapoteando en los pantanos, transmitiendo a través de la mirada una poderosa sensación de nostalgia.

Baro es como la sombra de unas llamas; tan fuerte y tan vulnerable como suelen ser los gigantes. Necesitaba que estuviese allí en los pantanos. Allí, su vida continuó y finalmente tuvo los momentos de felicidad que le habían sido negados.

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