«Sumiço» viene de «sumir»,
que en Brasil significa «desaparecer». Entonces, «dar sumiço» podría traducirse
como «dar matarile», hacer desaparecer a alguien.
El gran escritor piauiense
Assis Brasil nos habla de «sumiços» en el campo del norte del estado, a
principios del siglo pasado, por boca de la esposa de Bento. Tras una
traducción libre sería algo así:
«Yo sabía bien lo que era “dar
um sumiço” a alguien, en aquel lenguaje de Bento y de los estancieros.
Un día, estaba en la Lagoa
Escura –fue a la hora de la cena- cuando llegó un hombre corriendo, entró sin
pedir permiso y le dijo bajito a Bento: “El coronel Gentil ha mandado dar um
sumiço a Zé Maniva”.
-¿Y el hermano de Zé?
-Anda viajando.
-Entonces ve a ayudar y
ayuda al hombre. En mi propiedad nadie da sumiço a nadie.
Después de que saliera el
hombre, Bento me dijo que nunca se acostumbraba a la ley del sertão –todos
aquellos rezos, las novenas, las procesiones, iglesias por todos los rincones, pero era el crimen
lo que siempre ponía el punto final a todos los problemas-.»
Todo esto venía porque Bento,
finalmente, decidió «dar um sumiço» al pretendiente de su hija: «Pretendiente
pobre solo puede intentar dar un “braguetazo”», razonó. Así que fue a la
estancia y mandó venir a un «cabra» a la ciudad a «dar el sumiço». A la vuelta
habló con su amigo el delegado de policía para que no hubiera investigación;
por si acaso, el cadáver fue lanzado al río Parnaíba para que las pirañas encubriesen
las puñaladas.
Y, como decía en la otra
entrada sobre Mario, los «sumiços» continúan. La costumbre –la ley- del campo.
Mario, Mario… Mira dónde te
metiste… ¡Puta miércoles!
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