«En esa zona del mapa, a falta de otra cosa que
marcar, cada punto con un nombre es una casa, frecuentemente abandonada `cuánto
ha´».
Concretamente, en este mapa del Sistema de información vial del
departamento de Santa Cruz vemos supuestas poblaciones que llegan hasta Puerto
Busch, en el río Paraguay. En la época de “¡Carao! Pantanal” había siete
estancias en funcionamiento siguiendo la frontera con Brasil al sur de San
Juan, la más meridional de ellas en el límite sur del ANMI, al oeste del
supuesto camino. Los puntos, por tanto, indican una casa cuando la hay. Y lo
demás, al sur de ahí, son imaginaciones.
Como imaginación es el camino, que en época de lluvias no se puede recorrer
ni a caballo: llegados a cierto punto la vista solo distingue un inmenso
lodazal, un «curichi», en el que se sabe que se entra, pero no si se va a poder
salir.
En la época seca y con mucha suerte, saliéndose de los restos del camino
para avanzar por los llanos, se podría llegar hasta Puerto Busch:
«Mario
mira en la dirección señalada y vuelve a frotarse los ojos. El `puerto´
consiste en un barco no mucho más grande que el de los pescadores y, por lo que
puede ver, amarrado a la orilla por gruesas maromas. `Puta miércoles´, dice
para sí, que lo había imaginado semejante a los puertos brasileños, con un
bullicio de militares moviéndose entre el muelle de atraque, grandes
instalaciones en tierra y barcos erizados de cañones y ametralladoras. A medida
que se acercan puede ver la dotación completa del destacamento: seis soldaditos
no mayores de dieciséis años y un joven comandante. Alrededor del `puerto´ se
extienden los `llanos inundables´, ahora secos, hasta la línea del horizonte».
Y, ¿qué hay al oeste del camino?
Más de cien kilómetros de nada construido por el hombre (al menos por el hombre
«blanco»): ni caminos, ni casas, ni alambrados. Ni gente. Nada.
-¡Puro Pantanal, che!
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